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jueves, 6 de junio de 2013

EL ZOMBIE: METÁFORA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO

"Trabajaría por dinero"
          Se acerca el estreno en cines de "Guerra Mundial Z" (no sé como será por que no la he visto, pero si he leído la novela de Max Brooks, en editorial Almuzara, que vivamente les recomiendo ya que da mucho que pensar), película muy esperada por todos aquellos que gustan regodearse en el género, tan de moda hoy, de lo apocalíptico. Esto tiene su mandanga filosófica y antes de que se desate la moda, como siempre en este blog, vamos a adelantar explicaciones y análisis, tanto en lo que se refiere al género en sí como a la figura del zombie que, como adelanta el título de hoy, es una triste y patética metáfora de en lo que nos estamos convirtiendo.
          A los que viven bien siempre les ha gustado fantasear de cómo se viviría mal. Algo muy judeocristiano que obecede al valor "invertido", que diría Nietzsche, del remordimiento. Esto es muy propio del Occidente civilizado e hipervitaminado en el que vivimos, sentir remordimiento de nuestro estatus existencial debido a la contemplación de la desgracia ajena, incluso la propia. Se trata de una especie de "tristeza poscoitus", primero nos entregamos a la vorágine consumista del desahogo y luego hacemos balance del por qué hemos llegado hasta donde hemos llegado. Este "recrearnos" en el malestar de la opulencia sólo tiene sentido desde la catarsis. Es la catarsis, que diría Sigmund Freud, provocada por el espectáculo de la tragedia, con vistas, en el fondo inconsciente, a decirnos qué bien que estamos. Nos gusta el drama para 1)señalar nuestro bienestar y 2)ignorar nuestro propia tragedia. Nos pasa a todos. Me lo contaba un amigo que no tiene mucha suerte últimamente y se "descarga" o somete a su propia catarsis, vitalmente, viendo películas de James Bond; me dice:- "durante dos horas el que tiene problemas, el que recibe las hostias, es el otro". Algo así está ocurriendo con el género apocalíptico y su éxito mediático. Que series como "The walking dead", y antes películas como "Amanecer de los muertos" (de Zack Snyder, no tanto la versión original de George Romero, pero bueno, también, por qué no) o la serie de novelas de Manuel Loureiro ("Apocalipsis Z" ya editadas en Plaza y Janés y en bolsillo ) son un síntoma de que vivimos en una sociedad con una crisis monumental, no sólo de valores morales sino económicos, sociales, culturales, y que esa crisis se demuestra ya trágica; por esto la necesidad de la catarsis apocalíptica. La cosa no es que esté mala, lo que nos atormenta es la expectativa de que se ponga peor y no podamos seguir llevando la vida que llevamos. Nos atormenta que no tengamos un I-phone, que perdamos cobertura, que nos corten internet, que cierren el Carrefour de al lado de casa (que ya es Carrefour Planet). Y nos sentamos en el sofá de casa a contemplar fábulas de la destrucción humana para susurrar en un silencio inconsciente lo bien que nos encontramos y qué haríamos para sobrevivir.
         La supervivencia es un hecho actual, no una esperanza, no sabemos cómo reaccionaríamos en un contexto como el apocalíptico, por lo que todo lo que deducimos o fantaseamos es literatura y a veces barata. Luego vendría la supervivencia real. Hemos creado un nuevo "metarrelato", que dirían los posmodernos, y un "metarrelato" que creemos posible cuando es una metáfora. No podemos hacer una lectura literal de lo apocalíptico, lo apocalíptico es un síntoma. Es el síntoma de una sociedad nihilista que solo consume y traga, en muchas ocasiones,  sin conocimiento.
            El zombie es la metáfora individual de este síntoma, es la imagen del ciudadano conformista de hoy, va en masa, en rebaño, no se plantea nada salvo su propio egoísmo, sus propios impulsos animales. Es muy significativo que en  las primeras versiones de la metáfora, los zombies coman cerebros, comen el centro de la inteligencia, devoran la razón pero no de forma nutritiva o educativa (como el amor platónico que siente la carencia del conocimiento que no posee y desea), por que en ese festín pantagruélico de devorar a los vivos, no hacen la digestión sino que tragan por simple arrebato devorador, con la única intención de hurtar, de consumir, es un fin justificado en el mismo fin, el descrédito racional. Por otra parte los zombies carecen de razón pero poseen una limitadísima dinámica racional de grupo que se fundamenta en necesidades tan básicas como imperfectas, su carácter gregario, que no garantiza nada más allá de lo animal, es una pantalla del egoísmo individual que esconden; lo mismo ocurre en nuestra sociedad aparentemente democrática, nos hacemos la ilusión de que todos dependemos de todos y que tomamos decisiones juntos pero... falso, al final ¡tonto el último!
       El "pulgón inextinguible" que proclamara Nietzsche como síntoma de una sociedad burguesa y decadente de la que todos somos parte, que había hecho de los valores un saco de pus que derramamos a nuestro antojo, es el zombie de la fantasía de hoy. Nos gusta contemplarnos en la más absoluta de la miserias biológicas para regodearnos de nuestra decadencia social y moral. El zombie es el parásito definitivo, como el pulgón, pero más destructivo por que puede llevar a devorarnos del todo. Es la representación posmoderna de un "agujero negro" que todo lo traga, incluso la luz de la inteligencia crítica, sobre todo eso. Nos gusta el zombie y lo flipamos, la gente adora esta imagen de la irracionalidad por que justifica su propia irracionalidad, su incompetencia, su desidia, su falta de voluntad creadora de valores. La gente se disfraza de zombie y van por ahí arrastrando los pies y emitiendo sonidos guturales en divertidos actos multitudinarios para festejar no sólo el estreno de una película o una nueva temporada de una serie de televisión, sino para festejarse a ellos mismos como decadencia que ha encontrado una metáfora donde instalarse, zombificados como si ya no lo estuvieran en su vida cotidiana. Llevamos una existencia zombie, nos levantamos, no sabemos muy bien para qué, trabajamos en lo que nos nos gusta, no sabemos muy bien por qué, incluso algunos se casan, tienen hijos y sin saber en el fondo qué plan o sentido de la vida obedecen. Acudimos en masa a los centros comerciales para comprar todo tipo de banalidades que dan un sentido absurdo a una existencia banal. Son las miríadas de conformistas, los maleducados incultos, los egoístas, los que viven en la inercia de la nada, los consumidores que te empujan en unas rebajas, los que te apabullan en el ascensor o en el metro, los que exigen sin saber qué exigen, sólo por el mero empuje de la exigencia, los que se ponen en una cola sin saber que hay al final y sin esperar nada y aceptan lo que sea si es barato y divertido. Los que han minado el sistema educativo y el sistema médico, los que acumulan riquezas ajenas desaforadamente en las entidades bancarias devorando a familias enteras al echarlos a la calle por no poder pagar una hipoteca. Que "Amanecer de los muertos" transcurra en un centro comercial ya es mosqueante y significativo como la novela de José Saramago "La Caverna". No va a darse un Apocalipsis Zombie, el Apocalipsis ya está aquí, ellos nos están devorando. Y pronto no quedará nada ni nadie.
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