Powered By Blogger

martes, 7 de junio de 2011

“Vida de Wittgenstein”


              Como les prometí en uno de los últimos artículos publicado en este blog, donde les conté detalles y anécdotas del “Tractatus Logicus-Philosophicus”, una de las más importantes obras del pensamiento del siglo XX, vamos a narrarles brevemente la vida de su autor, un filósofo atormentado y puñetero, sufridor al máximo y “tío raro” donde los haya, se trata de Wittgenstein. Ludwig Josef Johann (Luís José Juan) Wittgenstein, lo llamaremos “Witt” para abreviar, nacido en 1889, fue el menor de ocho hermanos. Su padre, austriaco de ascendencia judía y carácter complicado e irascible, se convirtió al protestantismo. El padre de Witt, Karl, fue el hombre más rico de su tiempo, mediados del siglo XIX, ya que era el magnate de la industria del hierro y el acero de Centro Europa. Con una inmensa fortuna familiar, Karl trató a sus hijos de forma severa, les obligó a estudiar ingeniería y a llevar una vida austera a pesar de la pasta. Algo bueno. El padre de Witt se convertiría en el mecenas de los artistas austriacos, por lo que era muy habitual ver en los salones de su mansión a pintores como Klimt o a músicos como Brahms o Mahler, personalidades que influenciarían en el carácter de Witt, sobre todo en la apreciación de la música como arte. Niño prodigio y de una increíble habilidad manual, compartió patio de escuela con Adolf Hitler, que tenía casi su misma edad. Estudió ingeniería en Manchester, Gran Bretaña, hasta la muerte de su padre y de la obligación impuesta, dedicándose a lo que realmente le gustaba, la filosofía lógica y el pensamiento ético. Para ello se puso en contacto con el genial lógico alemán Gottlob Frege, que lo animaría a estudiar en Cambridge con Bertrand Russell, conocida autoridad del pensamiento lógico mundial que trataba de fundamentar las matemáticas desde la lógica, para que ustedes lo entiendan ¿qué fue primero, las matemáticas o la lógica? Pues la lógica.
Como todo genio, Witt era raro, raro, raro y en Cambridge chocó con toda la rígida disciplina de profesores. Caminaba a medianoche, apenas dormía, farfullaba constantemente y dejaba petrificados a propios y extraños con sus controvertidas opiniones, procuraba estar siempre a oscuras y admitía que hablar con personas inteligentes “prostituía su pensamiento”. Pero un genio es un genio y Bertrand Russell no habría completado su obra a no ser por las aportaciones de Witt, por lo que se le propuso la redacción de una tesis doctoral como condición para darle una cátedra. Se negó, como no podía ser de otra forma, dejó la universidad y se alistó en el ejercito alemán como artillero voluntario. La Primera Guerra Mundial dejó en su carácter una huella imborrable, admitiendo de antemano la derrota y la experiencia traumática de la muerte. Condecorado al valor demostrado en el campo de batalla, fue hecho prisionero. Su influyente familia consiguió su liberación pero él renunció a ese privilegio, solicitando el traslado a una unidad médica que combatía una epidemia de fiebre tifoidea. Finalmente fue repatriado y regresó a Cambridge, donde publicó su conocido “Tractatus”, escrita en el mismo campo de batalla, obra genial que le dio empleo como profesor de universidad. Pero esa vida apenas la soportó durante cuatro años y se marchó de los ambientes selectos y aristocráticos para hacerse maestro de escuela rural y ayudar a los agricultores reparando maquinaria pesada para las cosechas. Tras la experiencia pastoril volvería a Cambridge. La gente rica siempre lo tildó de excéntrico ya que siempre fue rechazada por Witt. Quizás fuese el primer pensador “antisistema”, mientras sus colegas paseaban con almidonados cuellos encorbatados, Witt lucía una camisa sin corbata, cuello abierto, un desafiante aspecto estético. Homosexual reprimido, se casó con una joven vienesa que confesó en sus memorias que Witt dedicaba las noches a rezar, atormentado por su condición, naturalmente se divorciarían. Una vez fuera del armario, valentía incuestionable en esos años de entreguerras, se enamoraría consecutivamente de dos de sus alumnos de Cambridge. El primero, muerto de la polio en 1941, fue una tremenda pérdida para Witt. Desengañado definitivamente del academicismo, se marchó cual “probe Migué” a una cabaña en la costa irlandesa hasta el fin de sus días. Un genio, intrépido pensador, fue el auténtico doctor House de la filosofía. Cuentan que un estudiante le dijo: “Dr. Wittgenstein, no tengo ni idea sobre el tema de mi tesis doctoral, estoy muy confuso”, a lo que Witt respondió: “Sólo por eso debieran de darte la cátedra”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario