La otra tarde llego a una
gasolinera a repostar y reparo en la chica que atiende. Como decía
“Horacio, hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. La chica
era guapa y tenía un tono de voz profundo y atractivo. No me mal
interpreten que no le tiré los tejos ni intención que tenía. Pero
ante la contemplación de la belleza el filósofo piensa ¿es su
belleza directamente proporcional a su bondad o es su bondad
directamente proporcional a su belleza?¿la belleza está en relación
con la bondad?¿y a la inversa? E incluso ¿se podría dar una
relación inversamente proporcional entre belleza y bondad o bondad y
belleza?
La culpa de todo no la
tiene Yoko Ono, que ya nos gustaría a los beatlemaniacos, sino
Platón, que plantea la relación entre bien y belleza. Esta relación
es unidireccional y va desde la idea suprema de Bien se la que emana
una belleza proporcionada. Para Platón lo bueno es bello y lo bello,
racionalmente bueno ¿pero es así? Pongámonos aristotélicos, que
es lo que conviene y examinemos los posibles casos.
- lo bello es bueno.
El retrato de Dorian Grey - Lo bello no es bueno.
- Lo bueno es bello
- lo bueno no es bello.
- Lo bello es bello, ni bueno ni malo.
- Lo bueno es bueno, ni bello ni feo.
Esta combinaciones son
un poco absurdas. Pasamos a comentarlas. No tiene por qué existir
una relación forzosa entre lo bello y lo bueno, esto es un argumento
“ad hoc” colado por Platón como muchos otros suyos basados en
artificios racionales. El único argumento es la creencia en el mundo
de las ideas y su presunta jerarquía, pero la existencia de este
mundo fue puesta en tela de juicio por el mejor alumno de Platón,
Aristóteles con el conocido argumento de que es inútil multiplicar
los entes ¿de qué nos sirve un mundo de ideas jerarquizado en un
mundo de las cosas cuya jerarquías imponemos con la mente? En
cualquier caso, considerar la existencia de valores o ideas supremos
(bien, belleza, etc...) sólo sirve como orientación racional en un
mundo donde estas ideas no existen como entes separados (¡nadie ha
visto al bien despersonificado o la belleza fuera del cuerpo de una
modelo o un modelo de esos de revista). Interpretemos las
posibilidades desde aquí, desde su falta de relación inmanente:
En primer lugar, lo
bello puede ser bueno, tiene esa posibilidad moral pero la belleza de
una persona u objeto no es condición de posibilidad de su bondad,
ahí tienen si no al bien parecido Ted Bundy, el atractivo asesino en
serie que incluso en la cárcel recibía propuestas de matrimonio. De
esta forma lo bello puede ser tanto bueno como no. Tendríamos que
admitir que lo bello puede ser bueno o lo bello puede no ser bueno,
uniríamos el 1º enunciado en una disyunción inclusiva con el 2º
enunciado. Lo mismo ocurriría con los enunciados 3º y 4º. Lo bueno
puede ser bello o lo bueno puede que no sea bello. No existe relación
ni proporcionalidad entre lo bueno y lo bello.
Cabe observar la
posibilidad nihilista, es decir la de la falta de valor, lo bello no
es ni bueno ni malo. Nietzsche estaría encantado, aunque creo que él
se inclinaría a pensar que el bello judeocristiano es cruel según
su naturaleza moral invertida, gusta de hacer sufrir a los que no son
bellos creando una relación de dependencia por parte del que no lo
es (bello) y persigue como un mendigo esa belleza. Una prostituta
bella que entrega su belleza aristocráticamente (busquemos algún
ejemplo en la literatura-¡ya lo tengo, la Magdalena bíblica!-)
sería un ejemplo de belleza que se entrega voluntariamente, no
importa a quién. La belleza somete al que no es bello porque tiene
en su interior esa falta de belleza. Es el caso de la “Lolita” de
Navokov (trasunto de la maga Circe de la Odisea, al bruja adolescente
que animaliza, desracionaliza y bestializa al hombre maduro que
persigue el ideal abstracto de una belleza clemente que es en
realidad perversa. La cultura judeocristiana ha presentado la bondad
como bella, San Juan Bautista, la Virgen María, Jesucristo, son
personajes de una belleza extraordinaria.
Sin embargo ¿es posible
aceptar que lo bueno no sea ni feo ni bello? Desde el punto de vista
de la lógica no hay problema, la cosa está en que la belleza o la
falta de ella no tiene nada que ver con la lógica sino con la
emoción. Si preguntamos a alguien sobre la belleza o falta de ella
de un individuo o individua en concreto nos sorprenderán la variedad
de respuesta. Dice el refrán popular “a nadie le huelen sus peos,
ni sus hijos son feos”, perdonen la escatología pero esto nos
servirá para ilustrar una cuestión poco lógica. La percepción de
la belleza está más allá de los grados que podemos establecer
entre la más absoluta belleza y la más reprobable de las fealdades.
Es un asunto subjetivo, el tío más feo del mundo puede ser “guapo”
para su novia y viceversa. Esto me recuerda un chiste: un tipo de
queja amargamente ante su grupo de amigo durante una despedida de
solteros - “todas las mujeres están buenas menos la mía”, a lo
que responde uno de sus amigos, - “perdona, pero tu mujer está muy
buena”.
Lo bello depende de cada
uno y la bondad también está en función de cada uno. Lo cierto es
que nos tenemos que conformar con la dosis de belleza que nos ha
otorgado la genética, pero la bondad no va a mejorarla y ser buenas
personas es un objetivo que todos deberíamos que tener.
¡Hay que ver lo que da
de sí una visita a la gasolinera!
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