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jueves, 22 de septiembre de 2011

Perrunos

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El término “cínico” es un vocablo que se usa para designar aquella persona de dudosa posición, que dice digo donde quiso decir diego y además de jacta con sorna de una situación que no resulta cómoda para su interlocutor. Hoy por hoy el cínico es un individuo poco popular. Para qué engañarnos, es el típico tío que camina por la calle pensado que dispone de licencia para pisar el cuello de los demás.
Sin embargo los filósofos cínicos son otra cosa. El término “cínico” viene del griego “Cynikós”, que significa “perruno” o las cualidades de la condición de ser perro. Los más académicos dicen que estos filósofos se reunían en el gimnasio de “Cynosarges” o del “perro blanco”. Y como es habitual para los lectores de esta sección, ustedes se estarán preguntando ¿qué tiene que ver la perrunez con la filosofía? Pues mucho. Es el historiador Carlos García Cual el que ha llamado por su nombre a este nutrido y peculiar conjunto de filósofos griegos que vivieron, en su mayoría, allá por los años en los que Alejandro Magno hacía temblar al mundo. Su nombre, la “Secta del perro”. Fueron, sin lugar a dudas, los primeros “hippies” de la historia. Para que vean que ya está todo inventado. El pensador cínico no llevaba una vida encadenada a las posesiones materiales, al contrario confiaba en lo que da la tierra, no tenía ni poseía objetos, no usaba dinero, mendigaba el favor de los conciudadanos, criticaba todo estilo de vida que conllevase no disfrutar de los dones que da la naturaleza y que la vida diaria y estresante nos arrebata, tales como un amanecer o un atardecer (espectáculos diarios a los que casi nadie asiste) el olor de las flores y del resto de la naturaleza (encorsetado en un universo de desodorantes y colonias), pasear con tranquilidad y perderse rumbo a ninguna parte (ajenos a esa obsesión tan nuestra de llegar cuanto antes no se sabe bien por qué), en fin, aceptar la vida conforme a la naturaleza, despreciando las normas sociales establecidas con el optimismo y la indiferencia crítica que tienen los perros.
Como podemos ver, ir contra lo establecido ha sido casi una constante en la historia de la humanidad y el primer filósofo que adoptó esta posición del modo más llamativo y divertido fue Diógenes de Sínope o el cínico. Este peculiar personaje iba contracorriente en todos los sentidos como lo refleja sus anécdotas cada cual más divertida; jamás tuvo posesión alguna y trató siempre de hacer comprender a los demás de la inutilidad de estar amarrado a los objetos. No tenía casa, vivía de aquí para allá, refugiándose de las inclemencias del tiempo cuando no eran soportables pero, por ejemplo, aprovechando la lluvia para mejorar su higiene personal cuando otros corrían a resguardarse. Solía reflexionar en el interior de un tonel que, dicho sea de paso, nunca consideró de su propiedad, tal es así que cuando el tiempo y la circunstancia lo destruyó, ni se desanimó ni lo lamentó, ahora que tampoco buscó otro. Cuentan los cronistas que disponía de una sencilla toga como única y exclusiva prenda de vestuario; un día al entrar en un baño público la dejó colgada en la entrada, con toda la suciedad y los piojos imaginables. Pues bien, un filósofo rival suyo, Calicles, se la cambió por una rica toga con bordados de oro. Cuando Diógenes salió del baño y no encontró el trozo de trapo que le servía para cubrir su desnudez, ni que decir tiene que se fue desnudo a la calle. También cuentan de que disponía de un cuenco de madera para comer el alimento que los ciudadanos le daban cuando mendigaba, pero cuando vio como un niño usaba la palma de su mano para beber, decidió tirarlo. Incluso cuenta la leyenda que Alejandro Magno fue a visitarlo para conocer al famoso filósofo que, en esa ocasión, estaba tomando el sol. “¿qué es lo que quieres, Diógenes?, el hombre más poderoso de la tierra te concederá lo que le pidas”, le dijo Alejandro al filósofo. “Pues apártate que me estás tapando el Sol”. Como pueden ver otro mundo es posible desde la filosofía, incluso hacer ver al más pintado que todos estamos hechos del mismo lodo perruno.


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